sábado, 12 de junio de 2010

El Sabor De La Sangre

   Como estaba diciendo antes, salí del departamento y sentí la noche. Lo que ahora se suponía que tenía que hacer era buscar a alguien de quien alimentarme. Esa sensación indescriptible que sentí cuando olí la sangre de mi hermana volvió a mi.
   Empecé a caminar apresurada por las calles vacías, ya eran cerca de las tres de la madrugada. Paré repentinamente, escuchaba unos pasos a lo lejos, miré en esa dirección y a una cuadra de distancia vi a un hombre. Me sorprendí al darme cuenta que podía ver cada detalle de su cara, antes tenía que usar lentes y ni con eso podía verle bien la cara a alguien cuando andaba por la calle.
   Me entró el pánico, esta sería la primera vez que me alimentaría de alguien, tenía que usar ese poder "hipnótico" para que no saliera corriendo cuando viera mis colmillos. Sin pensarlo más casi corrí en su dirección.
   Cuando llegué frente a él le dije que me siguiera hacia un lugar un poco más escondido, le dije que se quedara tranquilo y no dijera nada, todo esto mirándolo a los ojos y tratando de usar ese poder para convencerlo. Debió de resultar ya que me hizo caso.
   Me acerqué a él, toqué su cuello, mis colmillos ya estaban fuera, no aguanté más y lo mordí.
   ¡Ah! ese sabor, ese sabor que cuando era humana y lo encontraba tan exquisito, ahora siendo vampira era... era...
   No podía parar, seguía bebiendo y bebiendo. Me dije a mi misma, solo un poco más y lo dejo.
   Ese sabor... me sentía cada vez más fuerte, ese sabor... mmm...
   Dejé de beber, si seguía iba a matarlo, me costó dejarlo, pero tuve que hacerlo. Cuando lo solté cayó al suelo.
   ¡Mierda, lo dejé inconsciente! Me agaché para verlo, traté de encontrar su pulso pero toda la sangre que había tomado latía dentro de mi y me era imposible distinguir si era su pulso o el mio.
   Me senté a su lado, esperé... No sé qué era lo que esperaba, simplemente miraba hacia el cielo, miraba a mi alrededor, disfrutaba de la belleza de la noche, sentía esa fría brisa en mi cara, ¡ah! cuanto me encantaba eso.
   Miré la hora, ya habían pasado treinta minutos desde que lo había mordido, ni me di cuenta como pasó el tiempo tan rápido. Él estaba pálido, y ahora que mi corazón se había calmado y latía más despacio que lo normal, pude darme cuenta que el suyo no latía.
   Lo había matado... ¡mierda, mierda, mierda! En ese momento esa la única palabra que se me ocurría decir. ¡No pude controlarme y lo había matado! Yo no quería matarlo.
   Entré en pánico y salí corriendo, volví al departamento y me encerré en mi pieza. Me acosté y lloré el resto de la noche...


0 comentarios: